sábado, 25 de abril de 2015

...estamos en plena estación...

...me acuerdo de la habilidad oriental de congelar instantes. En Xalapa, en un minuto el cielo se nubla, graniza, sale el sol y vuelve a llover. Las plantas son felices, pero las personas no tanto... Sin embargo, esa belleza cambiante de la naturaleza, pocas veces es apreciada por nuestra vida acelerada. Al otro lado del mar, los poemas japoneses haikú nos invita a detenernos y admirar la belleza de los instantes que se van.

El Haikú es un poema breve. Tiene sólo tres versos o líneas. En cualquiera de sus partes, aparece un elemento conocido como kigo, un concepto que remite a la naturaleza y a una de las cuatro estaciones. Por eso los haikús son poemas estacionales. Ejemplos de kigos: flores que remiten a la primavera, ranas al verano, hojas al otoño y lechuzas al invierno.


El arte del haikú, comprueba la habilidad oriental para dominar el minimalismo. Los grandes maetros como Basho, Issa y Shiko sabían que la vida es efímera, que las cosas cambian constantemente por lo que el momento que tenemos debe ser apreciado: se nos escurre para no volver. Cada instante, por amargos o dulces que sean, son importantes.


Una de mis ex alumnas, Fabiola Arieta Baizabal, durante el último trimestre de la Especialidad en Diseño Editorial, diseñó como trabajo final un hermosa antología de haikús. La llamó Cuatro Estaciones Ilustradas y con ella se tituló de la licenciatura en Diseño Gráfico. Sin conocer el género poético, le bastó un poco de literatura para encontrar en él todo una rica oportunidad para explorar el área de diseño que más ama: la ilustración.

Fabiola organizó la selección de textos, personajes y escenarios para crear esta hermos antología con técnica mixta. El producto es una golosina visual por el manejo de texturas, color y blondas. Definió el público infantil y pensó en obsequiarles, además de la colección de poemas, información sobre Japón y el arte de hacer poesía estacional, la experiencia de elaborar un móvil en compañía de los padres a manera de refuerzo de la lectura. Un regalo irrepetible.

El trabajo de Fabiola, pequeño, hermoso y gustoso en compartir el arte del haikú, es un ejemplo de un libro pensado en los niños. Con su mirada curiosa, adverirán las sorpresas que se esconden en las ilustraciones con el mismo asombro con que ven las gotas del chaparrón secarse al minuto de caer. Y bueno, los adultos deberíamos recuperar esa capacidad de maravilla efímera. ¿Qué te ha sorprendido hoy?


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