viernes, 8 de mayo de 2015

...evalúo parciales en la prepa...

...me llena de orgullo ver los resultados positivos. Aunque podría hablar de muchos de ellos, en especial quiero mencionar en diseño de los manuales para las materias de que imparto en la Escuela de Bachilleres Gestalt. Desde hace ya cinco años -¡zaz!- Estoy a cargo de las materias de Literatura y Taller de Lectura y Redacción (aunque ha habido recesos y subidones). Como docente de una escuela "poco convencional" bajo un perfil creativo/constructuvista/gestse nos pidió que las evidencias en clases estuvieran compiladas, ordenadas en una suerte de "bitácora de trabajo" que el alumno construyera poco a poco, siempre con énfasis en el diseño.

Busqué varias formas de hacer manuales, desde las más experimentales hasta las más tradicionales y, aunque es un proyecto que se reinventa cada generación, estoy muy contenta con los resultados. Mis alumnos crean un libro con ayuda de sus carpetas en donde organizan la clase por capítulos y registran conceptos, actividades y tareas. Al final del semestre, decoran el exterior y obtienen un bello recuerdo de la materia con el cual -la mayoría de las veces-, tienen un apego especial porque... ¡lo hicieron ellos!

En el proceso creativo, los estudiantes descubren conforme redactan los contenidos las partes básicas de un libro, su organización e importancia de la toma de decisiones. Por ejemplo: un trabajo de gran tamaño se verá hermoso, pero no cabe en el formato portable; trabajar un día sí y un día no conlleva generar huecos en la información; agregar materiales sin cuidado, hace que se piedan o no tengan unidad... Cuando los estudiantes descubren con maravilla que el diseño editorial permite navegar en la información con lo justo y preciso, el mundo se abre: las limitantes son retos para explorar.

Aunque no todos tienen esa experiencia, confío en que no ven de igual forma los libros. Saben que hacer libros son una tarea que requiere tiempo y orden.

Con los años frente a grupo, agradezco la oportunidad de tener casos muy diferentes entre sí. Están los perfeccionistas, los que son inseguros y prefieren las estructuras, los inquietos, los exploradores, los ecológicos, los alternativos, los flojos... Todas sus personalidades permiten infinidad de posibilidades para describir un tema general como los tipos de sílabas o las partes del teatro escrito. Me encanta leer sus textos, ver sus ilustraciones, advertir cómo se apropian del contenido y lo traducen en imágenes. Aunque tenga estudiantes apáticos, con problemas de atención, de lenguaje, ortográficos, incluso con limitantes para el manejo de los instrumentos de escritura, aprendo mucho de ellos.

Al final del semestre, cuando revisamos el trabajo hecho, verlos mostrar con orgullo sus manuales, me hace sentir celos por su pasión. Siempre quiero hacer un manual, pero me doy cuenta que he hecho tantos con ellos que no tengo más tiempo que el de acompañerlos en su odisea creativa. No cambiaría mi pepel en esa historia que cierra con la frase de oro: "¡Excelente trabajo, chicos! ¡Felicidades!"





sábado, 25 de abril de 2015

...estamos en plena estación...

...me acuerdo de la habilidad oriental de congelar instantes. En Xalapa, en un minuto el cielo se nubla, graniza, sale el sol y vuelve a llover. Las plantas son felices, pero las personas no tanto... Sin embargo, esa belleza cambiante de la naturaleza, pocas veces es apreciada por nuestra vida acelerada. Al otro lado del mar, los poemas japoneses haikú nos invita a detenernos y admirar la belleza de los instantes que se van.

El Haikú es un poema breve. Tiene sólo tres versos o líneas. En cualquiera de sus partes, aparece un elemento conocido como kigo, un concepto que remite a la naturaleza y a una de las cuatro estaciones. Por eso los haikús son poemas estacionales. Ejemplos de kigos: flores que remiten a la primavera, ranas al verano, hojas al otoño y lechuzas al invierno.


El arte del haikú, comprueba la habilidad oriental para dominar el minimalismo. Los grandes maetros como Basho, Issa y Shiko sabían que la vida es efímera, que las cosas cambian constantemente por lo que el momento que tenemos debe ser apreciado: se nos escurre para no volver. Cada instante, por amargos o dulces que sean, son importantes.


Una de mis ex alumnas, Fabiola Arieta Baizabal, durante el último trimestre de la Especialidad en Diseño Editorial, diseñó como trabajo final un hermosa antología de haikús. La llamó Cuatro Estaciones Ilustradas y con ella se tituló de la licenciatura en Diseño Gráfico. Sin conocer el género poético, le bastó un poco de literatura para encontrar en él todo una rica oportunidad para explorar el área de diseño que más ama: la ilustración.

Fabiola organizó la selección de textos, personajes y escenarios para crear esta hermos antología con técnica mixta. El producto es una golosina visual por el manejo de texturas, color y blondas. Definió el público infantil y pensó en obsequiarles, además de la colección de poemas, información sobre Japón y el arte de hacer poesía estacional, la experiencia de elaborar un móvil en compañía de los padres a manera de refuerzo de la lectura. Un regalo irrepetible.

El trabajo de Fabiola, pequeño, hermoso y gustoso en compartir el arte del haikú, es un ejemplo de un libro pensado en los niños. Con su mirada curiosa, adverirán las sorpresas que se esconden en las ilustraciones con el mismo asombro con que ven las gotas del chaparrón secarse al minuto de caer. Y bueno, los adultos deberíamos recuperar esa capacidad de maravilla efímera. ¿Qué te ha sorprendido hoy?


domingo, 18 de mayo de 2014

...regreso de la FILU

Foto: Ernesto Navarrete
...todos insistía con la dichosa bolsita tras la compra pese a que llevaba mi "librero portátil" de la Gandhi. Antes guardaba las bolsas de las compras en el afán de reusar, pero cuando advertí lo rápido que se acumulaban decidí negarlas por completo. Lo peor de todo es que no sé cómo es que siempre hay más.

Creo que una buena estrategia sería entregar la mercancía sin bolsa y sólo si el cliente la pide, entregársela. ¿En verdad la gente quiere una bolsa? A veces creo que no, que sólo es una costumbre como pedir el comprobante de compra que olvidas tan pronto lo arrojas en el fondo de tu bolsillo, como cuando le echas sal a la comida sin haberla probado siquiera o saludas con un "¿cómo estás?" sin que te importe en lo absoluto.

Sin bolsa, por favor
...porque no me cuesta llevar algo en las manos.
...porque lo puedo llevar en mi bolsillo/mochila/bolsa.
...porque no tengo vergüenza de lo que compro.
...porque no quiero presumir donde compro.
...porque no llueve ni se maltrata lo que llevo.
...porque hay productos diseñados para transportarse.
...porque fui al supermercado y llevé bolsas de tela.
...porque es ridículo llevar una bolsa dentro de otra bolsa.
...porque tengo muchas en casa.
...porque afean cualquier espacio. 
...porque me preocupa mi planeta. 
...porque si están libres pueden volar y recorrer grandes distancias.
...porque si se cubren de tierra se degradan en cientos de años.
...porque en ríos y mares causan tragedias. 
...porque si los animales se las comen, mueren.
...porque biodegradable no significa degradable.
...porque no me sirven.
...porque seguirán haciéndolas si las usamos.
...porque siempre hay una mejor opción.

¡Sin bolsa, por favor!

[para Xalapa Limpia]

PD: Que dejen de rondarme los libros para la tesis... quiero el gozo literario.

domingo, 27 de abril de 2014

...estuve arreglando jardín y terraza...

Un día de estos...
...se me ocurre voltear a mi vecino y descubrir un triste escenario de olvido. ¿Por qué no hacen nada...? Días después, salgo y volteo a ver mi propia casa y advierto un escenario de olvido. ¿Por qué no hemos hecho nada...?

Xalapa, como cualquier urbe, tiene fachadas de todos los estilos. Ventanas de diversos tamaños, acabados, rejas, jardines, aleros, cocheras, recibidores y decorados conforman estos espacios. Caminar de nuestra casa a cualquier punto nos permite ver cómo es que cada familia, empresa, negocio o institución mantiene ese espacio público que une el adentro y el afuera. La fachada es el frente de nuestras casas, lo que ve la comunidad del espacio en donde vivimos. ¿Te has puesto a pensar qué dice de ti tu fachada?

Hay casas que sugieren amabilidad, cordialidad e invitan a acercarse; otras, son agresivas y erigen altos muros con cámaras y cercos eléctricos. Unas son verdaderas selvas por la vegetación que crece libre, otros paraísos encantadores, idilios temáticos o escenarios de terror y miseria. Las fachadas nos hablan de las personas que hacen útil ese espacio. Nos dicen si la cochera está en servicio, si hay niños o mascotas, si las personas viven fuera todo el día, si reciben visitas frecuentemente, sus creencias religiosas, el tiempo o los recursos con los que cuentan.

En medio del ajetreo diario, cada vez que entramos y salimos de nuestras casas, pocas veces nos volvemos hacia ellas para preguntarnos cómo están. ¿Cuándo fue la última vez que le echaste una manita de gato a la pintura? Si tienes arrietes o parterres, ¿están atendidos y podados? ¿Son basureros públicos? Si tienes la fortuna de tener los cristales y herrería limpios, siempre aparecen musgos y plantas silvestres que crecen tímida pero persistentemente en la comisuras. ¿Cuándo los atendiste? Si tienes balcón o espacios verdes, procúralos y no dejes que tus especies se sequen, ahoguen, ni crezcan sin control. Aprender de tus plantas te hace sensible a sus necesidades. Si tienes mascotas, no las abandones en las azoteas; es tristísimo ver perros y aves asoleadas, mojadas bajo la lluvia o pidiendo auxilio cuando están olvidados. Por último, evita la acumulación del mal de todo mexicano: triques, tiliches y cachivaches. Acaba con las lonas, plásticos, cubetas y demás artilugios "de mientras" y proponte un tiempo (y presupuesto) para poder hacer los ajustes formales que necesita tu fachada.

Las fachadas hablan de nosotros y más que ser un cliché del "como te ven te tratan", es importante que recordemos que existen. Las fachadas son un pedacito de la ciudad que puedes cuidar y que deben ser consideradas. Si mi calle tiene 10 casas y mi fachada está atendida, será 10% más bonita; quizá mi vecino se anime y sea 20% más agradable transitar por ella. Cuidemos nuestros espacios comunes y contribuyamos en hacer mejor nuestra Xalapa.

[Para Xalapa Limpia]

lunes, 7 de abril de 2014

...inicia abril

Jacaranda
Mi madre siempre me dice que la primavera en Xalapa la anuncian las jacarandas que florean la última semana de marzo y la primera de abril cuando tienden alfombras de color lila. El artilugio natural es digno de verse. Aunque no es igual, se asemeja al tan mencionado florecimiento de los árboles de cerezo en Japón que reúne a toda una multitud fascinada.

Las jacarandas en Xalapa decoran la mayoría de la avenida Orizaba y la zona de Las Palmas, hacia la parte alta de Ávila Camacho. Hay algunas escondidas en la avenida Xalapa, Maestros Veracruzanos y alrededor la zona UV. De un día para otro, las copas de color lila replican su color en el suelo y tapizan automóviles, aceras y camellones. Al volver del trabajo, fueron una gratísima sorpresa porque si uno se descuida, el paisaje perfecto como azúcar glass es barrido o alterado por la lluvia.

Calistemon
Otras flores primaverales son las azaleas (o azalias, según la costumbre), aquellos arbustos de los camellones de las avenidas y jardines en colores del blanco al rojo intenso. Los calistémones, conocidos popularmente como cepillos rojos, se llenan de sus peculiares flores. La avenida Lucio Blanco tiene un bonito corredor que casi nadie voltea a ver. Ambas especies tan características de la ciudad, al igual que las jacarandas, florean esta temporada.

Antes había más jacarandas en Xalapa. Las quitaron del centro histórico argumentando que estos árboles se quiebran y producen accidentes en otoño cuando pierden flores, hojas y frutos reduciéndose a troncos arrugados. Un árbol que puede llegar a los 30 metros necesita un suelo profundo y no limitarse a pequeños arrietes urbanos sin profundidad o estar bajo cielos llenos de cables porque tarde o temprano, vendrán a podarlos so pretexto de ser un peligro cuando nosotros somos quienes atentamos contra ellos.

Azaleas

Si tiene espacio este fin se de semana, aproveche un momento y contemple las flores de temporada. Revalore su presencia y regálese sus colores y perfumes. En medio del tráfico,del quehacer diario, detengase un minuto y sorpréndase del regalo natural de su propia ciudad.

[Para Xalapa Limpia]

domingo, 30 de septiembre de 2012

...comienzo a ver un sendero...

...que siempre estuvo frente a mí, lo encuentro tan atractivo y con un saborcito sensualón. Ahora, hasta el tema de tesis se quiere cambiar...


" Desde que era pequeña, los libros me gustaron. Recuerdo que cuando iba a las fiestas de cumpleaños en casa de mis anfitriones, me alejaba del grupo de niños y prefería curiosear en los estantes de las salas o esas pilas de papel que se acumulaban en las esquinas menos usadas de las mesas y los muebles. Tuxtepec para entonces comenzaba a dejar de ser pueblo y eso de leer en vez de platicar, era cosa de gente rara. Todavía iba en la primaria cuando mama Fuyo, matrona del barrio, me preguntó que por qué no iba con los demás a jugar. Le dije que me gustaban los libros y ella sólo lanzó ese “¡ah!” que parece no querer continuar con el asunto. Poco leía de esos estantes desordenados en donde convivían por igual libros, catálogos de avón, fotografías, revistas, tesis, volantes, misales y cómics. Como muchos de los temas me eran desconocidos, sólo sacaba las publicaciones para hojearlos y ojearlos. Hacerlo me entretenía más que “las traes” de la primaria o “la botella” en la secundaria.

En casa los libros siempre estuvieron en bonitos estantes porque a mis padres les gustaba el orden. Recuerdo tardes enteras pasando hojas a los libros y redibujando sus ilustraciones.


Cuando comencé a leer con otros ojos esos montones de los textos impresos, se abrió un nuevo universo del que quedé enamorada. Desde entonces no he dejado de leer. Mi amor por los estantes y las pilas de publicaciones (ordenadas o desordenadas; empolvadas o sacudidas), sigue siendo tan atrayente que siempre termino por interrumpir lo que tengo que hacer para curiosear.

De mi carrera en donde los libros obtuvieron más contenido que forma, brinqué a la Especialidad en Diseño Editorial convencida que, su forma también era hermosa y en este posgrado podría seguir alimentando mi gusto. En la primera clase, el primer tema fue definir lo que era un libro. Sin embargo, las definiciones que salieron de los diseñadores, nominaban un objeto que no conocía.

De repente, estuve confundida. Un libro es una compilación, pero también una selección o un fragmento, es el contenedor de una idea (definida o no), pero también es un objeto. Éste puede tener (o no) letras en un soporte que pueden no ser hojas de papel que igualmente, pueden o no estar unidas. Los libros pueden verse como objetos táctiles, pero también pueden ser para ver, para oír o incluso oler. Los libros se publican, hacen colecciones o quedan en el olvido como inéditos; se registran y plagian, se imprimen o se leen en pantalla. Un libro puede leerse en orden, desorden o solo consultarse; también puede comprarse, alquilarse, prestarse, heredarse o robarse. Son fobia y son filia; adorno, lujo y vergüenza. Educan, entretienen y hasta son escondite. Un libro puede tener las 49 páginas que declara la UNESCO (A book is a non-periodical printed publication of at least 49 pages, exclusive of the cover pages, published in the country and made available to the public) o ser tan técnicamente correcto como indica la RAE ("conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen"); puede ser el resultado de una evolución histórica como dicen Lucien Febvre (2005) o puede definirse según la época y la cultura como dice Svend Dhal (2006).

Sí: un libro es un libro..." 


Y sin embargo yo estoy tan confundida con ellos... No me los explico y me encantan. 

[creo estoy enamorada...]



sábado, 15 de septiembre de 2012

...estaba en casa...

...todo me sabía mejor. No me había dado cuenta lo mucho que extañaba el espacio que consideré extensión de mi yo hasta ahora que lo volvía a recorrer. El recibidor de siempre, las escaleras blancas coronadas con el tragaluz y su pasillo al final. Las tres puertas; la mía es la primera. Mi habitación me pareció la de siempre, justo como la dejé: las camas gemelas, el tocador, el armario, el montón de cosas en caos armónico personal. Las tres ventanas (¡cómo amaba esas ventanas!), no tenían cortinas. Detrás de ellas ví el jardín trasero y fácilmente reconocí cada una de las plantas. De imprevisto vienieron a mi cabeza los trabajos del sábado para podarlo, el verano con los primos y la manguera, las lluvias de agosto, tender ropa en el pasillo, las iguanas caminando en los límites de la unidad, los zanates que golpeaban los cristales, la nochebuena sin flores, barrer las hojas del bambú, las flores naranjas del framboyán... Sí: estaba en casa y me sentí muy feliz.

Por el color de la luz, me pregunté por la hora. No sabía si estába por llover, por anochecer o amanecer. No sabía cómo había llegado. Busqué mi celular y de inmediato pensé en fotografiar la casa. La última vez que la casa "estuvo puesta", fue antes de la mudanza y tomé fotografías de todo. La mayoría de esas imágenes se velaron así que, ¿por qué no tener otra vez fotos de la casa?

Busqué un ángulo para captar la habitación y es entonces encontré un error. No sé si eran los colores o los objetos... Algo ha cambiado. Conocía muy bien el lugar, pero no parecía el mismo de siempre. Revisé y en el armario no estában las bolsas colgadas, me faltaban algunas cosas. Comencé a tener una extraña sensación de todo esto. Es mi casa, pero había algo diferente.

Recorrí el resto de la casa y descubrí pequeños detalles que sé no tenía: los armarios tiene cortinas de tela de colores, una tina en el baño principal, los focos de los baños eran diferentes al igual que los mosaicos de flores, el balcón a la sala ha desaparecido, el espejo del recibidor era más delgado... Mientras voy fotografiando todo, mi teléfono falló con el error de siempre. Se quedó bloqueado y me enfadé. Y ahora ¿cómo iba a registrar el que la casa estuviera diferente?

En el comedor principal, vi la mesa puesta. No es una fiesta, pero nunca se usó el comedor más que para las celebraciones. ¿Por qué estaría puesto ahora? Hay cinco lugares, como cuando éramos cinco. Hay comida hecha, la que se servía cuando éramos niños. El clima de la sala arrancó y la luz roja de su sistema la veo azul, casi ultramarino. Supe que no era la luz del sol la que producía ese efecto: algo estaba ocurriendo.

Me dirijí a la ventana de la sala (¡cómo amaba esas ventanas!). Afortunadamente tenían sus cortinas color tierno. A lo lejos ví acercarse el coche azul de la familia. ¡Casi 20 años que no lo veía! Verlo sobre las calles de la unidad me hace recordar el sonido de las piedas bajo las llantas y entonces lo supe: yo estoy por llegar a casa y vengo con mi familia. Pero entonces, ¿qué estaba haciendo antes?  Mi teléfono estaba muerto y la casa en completo silencio. Solo se escuchaban los climas ronroneando plácidamente como siempre. Me preguntaba dónde estaba el error en todo esto.

Cuando la Caribe se estacionó frente a la casa, supe que descendería de ella. Pero ¿por qué se estacionó frenta a la casa y no en el garage como siempre? Comencé a tener miedo porque la cotidianeidad se había hecho extraña y mis recuerdos se revolvían con la realidad. Me oculté tras la cortina y mi papá bajó. Llevaba el llavero de siempre, con las llaves de siempre y miró hacia la ventana. Sabía que me podía ver, pero que no se molestaría. Pero yo retrocedí. No supe por qué, pero estaba aterrada.

Corrí a la cocina. Escuché cómo entraba la llave a la cerradura y el pánico se apoderó de mí. No tenían que verme. Abrí la puerta del patio de servicio, aquélla que siempre se arrastró un poquito. Al cerrarla tras de mí, escuché sus voces: sí somos ellos, somos todos ellos, como cuando éramos cinco. Como al abrir una puerta, sentí la tranquilidad de estar llegando a casa, de saber que había  comida rica y lista, de que tendría la tarde libre para jugar, de que no tenía que preocuparme, que todo estaría en paz. Mi yo habló con los demás como cuando era niña, escuché a mis hermanos hacer sus juegos de siempre y el sonido de las puertas de la alacena abrir y cerrarse: la casa estaaba viva. Mi mamá nos llamó a la mesa y la voz de mi papá le contestó. Él sabía que estaba detrás de la puerta y no dijo nada. Era nuestro secreto.

Me desdoblé en mí misma y supe que tenía que volver y dejarme crecer sola porque todo estaría bien. Aunque después no seamos cinco, aunque abandonásemos la casa en unos años. 

De nuevo perdí las fotografías de la casa, pero su impresión se me quedó para siempre.