lunes, 8 de agosto de 2011

...la venganza...

...me hace ruido otra vez, me hace pensar en los problemas de su realización.


Leí un articulito interesante en una revista de pocas nueces en donde aseguraban que, al concretarse, se liberan un sinnúmero de endorfinas y, al igual que el sexo, nos llena el individuo de felicidad. Según el artículo, la venganza más dichosa, como el buen sexo, es largo, despacio, prolongado e intenso. Como el amor erótico de Fromm, la venganza se disfruta por pedacitos con cautela, casi en frío pero con la llama en su punto porque el placer se concentra en su planeación, en el disfrute de cómo la presa (en la venganza, el enemigo, el objeto odiado del cual sólo se espera su destrucción), cree que no pasa nada cuando pasa todo. Es un preludio maravilloso, una serie de apariencias y juegos de dobles caras en donde espera un acotencimiento con gran expectativa. Qué placentero es ver a nuestro odiado sufrir y cuánto gozo podemos sentir cuando nuestro perverso plan se cumple...


La venganza puede ser muy sencilla como regresar un golpe, pero también puede ser muy cruel como planear el daño a quien no la debe ni la teme. He aquí lo que me afligió de la venganza...

Generalmente soy una persona tolerante y amable la mayoría de las veces. Es más fácil que haga un entripado antes de decirle a alguien que no. Sin embargo, ante una ofensa, núcleo de la venganza, puedo convertirme en más que una bruja. Al ver lo odiado, parece como si todas mis energías se concentren en hacer daño, en producir el mal. ¡Cómo disfruto de la desgracia de la persona que odio! Me convierto en más que una serpiente, en más que Medusa, en algo más feo que vive entre gorgonas, algo que los héroes deben matar por atentar contra la vida de las personas. Soy la mala del cuento, la bruja perversa...

Hace tiempo, me dijo uno de mis amores frustrados que era más bien una caprichosa, que solo tenía que aprender a ser más tolerante. Hoy sé que no es tolerancia lo que me falta. Soy completamente consciente de mi capacidad de odiar y hacer el mal. Y entonces me frustro: si no temiera tanto de las erinias sociales, claro que envenenaría su bebida, lo torturaría, lo humillaría públicamente, le haría suplicar por mi perdón y que sufrieron los hijos de sus hijos...

¿Porqué hasta el odio se nos tiene negado? ¿Qué tiene de malo? Incluso maldecida, Medusa no se retractó de su ofensa contra Venus y de las lágrimas y sangre de su cabeza decapitada por Perseo, nació el magnánimo pegaso. ¿Alguien puede justificar la venganza?


"No odies, aprender a perdonar"

Y la verdad es que no quiero hacerlo. Y prefiero seguir con el ritual en donde el mal se percibe, pero no se ve; es como un perfume en una habitación, como un delicioso juego... justo como el amor.

2 comentarios:

Kazu dijo...

La verdad Ale, me saco un poco de onda el texto, no pensé que albergaras tales ideas. Sin embargo, hoy, creo que te entiendo. Me explico:

Mi compa del trabajo llega tarde, ¡aun más tarde que yo!; además, he de decir que desde que entre a trabajar se me ha ido quitando el vicio poco a poco.

Total que hoy llegó tardísimo, casi una hora después. Normalmente no le digo nada, no soy su madre. PEro hoy fue la gota que derramó el vaso, así que sin decirlo, la hice quedarse a trabajar más tarde, saboreando cada minuto en que ella apuraba la lectura y yo la atrasaba, y para colmo de males el texto era uno con varias erratas.

Lo mío no es odio, pero se sintió tan bien.

Alessa dijo...

Es que hay algunas veces que el odio sí es sincero. Y siempre me entra la tristeza por sentirlo... Un día de estos, dejaré de hacerlo.