
¿Y qué demonios es eso de lomo-no-sé-qué? Inútil tarea buscarla en los señores libros de fotografía que parecen inútiles en la era digital: no aparece nada. Ir y preguntar a un fotógrafo da como respuesta –en algunos casos- “un tipo de fotografía de culto”, pero otros más dicen frunciendo la nariz que es una moda absurda que “¡gracias a Dios está muriendo!” Y bien, ¿de qué se trata todo esto?
La lomografía nació hace no mucho. De hecho, fue una de esas cosas que nacieron sin querer, pero gritando tan fuerte que todos voltearon en su momento a ver qué cosa era. En 1991, Matthias Fiegl y Wolfgang Stranzinger, dos estudiantes austriacos como tantos más en Europa,

Las cámaras fotográficas que rescataron del olvido fueron las LOMO LC-A, cámaras distribuidas para el pueblo soviético como imitación a la Minox japonesa. Estas camaritas rusas no sólo eran económicas, automáticas, con buena sensibilidad a la luz porque no necesitan flash sino que también permitían fotografiar con un gran angular medio. En pocas palabras, la LOMO era una cámara sencilla que no requería mucho trabajo para hacerla funcionar… aunque las fotos resultantes fueran “desagradables” según los cánones de la fotografía profesional.
¡Quién diría que fue justo ese “defecto” la que la llevaría a la fama! La lomografía es conocida como una forma de arte pop, urbano, libre y lúdico que enganchó a los jóvenes en los noventa. ¡Todo el mundo quería una LOMO para jugar! Primero apareció la polémica -pero existente- Sociedad Lomográfica en Viena y, después de sus exposiciones en Nueva York y Moscú, sus múltiples embajadas en todo el mundo.
El movimiento lomográfico está vinculado con la espontaneidad, el rompimiento de reglas y la libertad artística para plasmar el mundo real y cotidiano. Por ello, mientras más naturales y divertidas sean las fotografías, serán más cotizadas. Sobra decir que esta forma de expresión plástica atrapó sobre todo a los jóvenes, pero para lomotizar no hay edad, género ni raza; ni escuela con preocupaciones de luz, enfoque y ángulo, ni angustias por el cuidado del revelado y edición: “don’t think, just shoot!” Esta es la libertad que abandera el movimiento lomográfico que puso en alerta a los fotógrafos de escuela.
¿Qué clase de valor podría tener un estilo de fotografía que no tiene reglas? No es retratar, sacar paisajes, fotografías de estudio o en blanco y negro; es lomotizar que es tomar la filosofía de la libertad. Los lomógrafos afirman tener principios plasmados en un decálogo que es bien conocido entre sus practicantes. Las reglas son tan blancas como llevar siempre la cámara consigo (día y noche), fotografiarlo todo sin usar la mirilla, sin pensar

Con este tipo de principios, los fotógrafos de escuela claro que dijeron que la lomografía no era más que un juego y no arte serio. En respuesta, los lomos hicieron más exposiciones en las calles y aplastaron con asistencia e impacto a los opositores. Luego, había que sumarle la verdad de que la mercadotecnia ya había agarrado a los lomógrafos con cámaras nuevísimas –¡y monísimas!- que se lanzaron para satisfacer las exigencias de sus practicantes: cámaras que toman cuatro o nueve fotos en un segundo, lentes con filtros o efectos divertidos, técnicas de revelado que no siguen las formalidades y todo un gran etcétera para hacer más grandes las posibilidades de lomotizar. Todo esto -claro está- con un precio especialmente caro porque -¡válgame señor!- esto es arte y por lo tanto, un lujo.
Los vencidos, agachando la cabeza compraron una Lomo y a veces –a escondidas de sus compañeros o sólo ante unos cuantos privilegiados- la sacan a pasear y pueden reír, pero no tan fuerte. Los otros se enfurecieron todavía más y les bastaba ver una lomografía para comenzar a despotricar despectivos y quejarse de la comercialización enfermiza de los tiempos modernos que beatifica cualquier cosa.

Crear para motivar el gusto y el placer a través de la perfecta estética con tratados matemáticos y casi divinos fue una grosería para los artistas en favor del arte para destruir, para romper esquemas, para provocar asco y repulsión en el espectador. El objetivo fue hacer que el sujeto sintiese algo más que belleza sublime. ¿Alguno de los dos está equivocado? Un buen crítico de arte diría que no. El arte busca comunicación y eso, lo hace el artista con o sin escuela.

La lomografía es arte que no tiene escuela, es arte en masa, sin maestro, teorías ni críticos especializados con postulados serios. Efectivamente, mueve una gran cantidad de dinero y puede rozar la moda de lo pop-plástico de nuestros tiempos, pero no deja de ser un medio de comunicación. Las lomografías son divertidas; gustan y se quedan en el corazón de sus espectadores. El problema está en su sobreexplotación que es también el problema de nuestros días, donde ya nada es cuidado. Pero -y muy pero-, esa es una de las banderas del arte contemporáneo y la lomografía.

4 comentarios:
Debo decir que soy un fan de la lomografía; debe ser porque se desarrolló al mismo tiempo que el rock duro y experimental que escuché con tanto gusto en la adolescencia y comparte con él muchas características, la despreocupación, el ludismo, la sobresaturación... ¡el color, el color!...
Un abrazo, desaparecida.
¡Buenísimo!
Gracias, siempre aprendo algo en este blog. Un abrazo.
Mi foto es el encabezado del post! hehe :p
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